Viaje Mochila 7.0 —Parte III—
Viaje Mochila
—Parte III—
Dejen que la música se convierta en matemáticas
... por un rato.
Bratislava
dice que tiene colores, y le creo. También tiene wifi libre y muchas otras
cosas que sí son interesantes, como el hecho de que sea la capital más
tranquila que conozco. Nada de cosmopolita, no hay atascos de tráfico ni
demasiados carteles comerciales. La gente es amable y tranquila, sobre todo en
la recepción del hostel, ya que nos ofrecieron un trago de bienvenida y el
acceso a un metegol, donde apostamos con belén ver quién se bañaba primero. Otra
cosa interesante es que en Eslovaquia tienen su propia versión de la Coca Cola,
que se llama Kofola (o Sofokola, para
nosotros, solo porque nos causa gracia). De todas formas, el agua sigue siendo
potable y sale constantemente de las fuentes en toda la ciudad.
Si bien
Bratislava no forma parte del clásico circuito Praga - Viena - Budapest,
hicimos conexión con Austria y viajamos a Viena por un precio inferior
al del costo de impresión del ticket. Y ahí sí vino la parte más interesante:
además de la posibilidad de carga de aparatos electrónicos y del wifi, el bus
tenía pantallas en cada asiento para poder escuchar música o ver películas,
algo un poco absurdo considerando que el viaje desde Bratislava solo dura 1
hora (arranqué con La Guerra de las Galaxias y me quedé re manija). Pero el
broche de oro era el servicio de café gratuito. Primer pensamiento recurrente:
listo, lleno el termo de café. Segundo pensamiento recurrente: voy a buscarme
una taza ya mismo, antes de que se acabe. Pero como Belén estaba del lado del
pasillo, fue la que se comió la cagada a pedos de la azafata (sí, el bus tenía
una azafata), porque la agarró con las manos en la masa (y eso que desistimos
de la idea de llenar el termo). Pero la máquina fue muy botona e hizo demasiado ruido. Cuando la azafata se avivó, se acercó a la máquina y la encontró a Belén
con cara de alfombra, le dijo: It is my
job (es mi trabajo). Atrás el bus de cinco estrellas. Paseamos por Viena y
qué mejor que festejarlo con una buena ducha. Lástima que el maldito shampoo no
era un shampoo, sino una crema de enjuague… ¿moraleja? Nunca compren un
producto escrito en alemán (si es que no lo hablan).
Para seguir
con las particularidades de Eslovaquia, encontramos la casa más angosta del
mundo! (a todos les encanta adjudicarse este tipo de cosas). También nos
pasaron el dato de un bar en una iglesia. No somos noctámbulos ni devotos de la gracia del señor, pero hicimos el intento de día y, obviamente, estaba cerrada. Así nos fuimos de la ciudad a
conocer algo más que Bratislava, y pasamos por Banska Stiavnika, Poprad y
Kosice.
Si la
capital del país no es demasiado cosmopolita, imaginen lo que son las otras
ciudades… Las opciones de comunicación se reducían casi únicamente a una sola
opción: el eslovaco. Poca gente hablaba inglés, lo que fue mitad problema / mitad gracioso. Problema era intentar sacar un ticket de bus, gracioso era
pedir la comida con señas. En algunas convivían ambas: en Banska Stiavnika, por ejemplo, pedir agua caliente para el mate nos trajo una secuencia inolvidable. Primer intento: dimos con un borracho que estaba tirado en la puerta de un bar y que al
levantarse se nos acercó en tono no amigable, destilando alcohol y pronunciando
algo inentendiblemente eslovaco. Quise neutralizarlo con mi pistola de rayos,
pero estaba sin batería, así que huimos al siguiente bar, que estaba cruzando
la calle en diagonal, mientras el borracho continuaba insultándonos a la distancia. Segundo intento: a pesar de que era de mañana, el interior del segundo bar parecía una cueva. Justo en el fondo (propio de una auténtica cueva), se asomó la figura de una joven eslovaca
que no cazaba un fulbo de la vida, hasta que nos cobró un euro por el agua para
el mate. Pero su rateza no terminó con el hecho de cobrarnos, sino que además
midió cada milímetro de agua dentro de la maldita pava eléctrica antes de gastar medio watt en calentarla. Finalmente imprimió un
ticket especificando la cantidad de agua abonada, haciendo hincapié en el detalle. Al salir del bar nos costó
reconocer las facciones de la eslovaca a causa de la ausencia de luz, pero finalmente
dimos con el identikit:
Sin embargo, la eslovaca cara de rata no era la única viva ahí, cuando nos fuimos del hostel
donde parábamos no había nadie y el pendejo de la recepción nos debía un euro y
medio, así que ahora deben estar con la cara de rata tomando cerveza y
cagándose de risa de nosotros.
Otra de las particularidades anecdóticas de Eslovaquia fue haber llegado a un alojamiento en Poprad, y no poder encontrarlo. Quédense tranquilos que no solo se evaden impuestos en Argentina... En este caso, el lugar estaba oculto dentro de un mix compuesto por: un bar cerrado las 24 horas, un desarmadero y un potencial basurero abandonado símil puerto. Fuera de que las frazadas (como en toda Eslovaquia) siempre son más chicas que la cama (el clima no acompaña, pero si fuera un lugar caluroso pensaría que sirven para dejar las patas al descubierto y refrescarse) y de que el cargador de la cámara de fotos explotó cuando lo conecté, la noche estuvo muy bien. Y digo "noche", literalmente, porque al otro día, cuando tuvimos que irnos, nos encontramos con un niño en una pubertad más que avanzada (cuya cara también coincide con el identikit de arriba), un cuarentón y un viejo que no hablaban un carajo de inglés, por lo que éramos cinco personas ahí paradas mirándonos las caras. Creo que al cuarentón lo le cayó bien la cara del viejo y le dio una trompada en el pecho. A todo esto, el cara de rata se había ido para el nido y nosotros solo queríamos desaparecer de ese lugar.
La lista de "hostels" no había llegado a su punto culmine sino hasta que pisamos Kosice, una ciudad eslovaca ubicada cerca de Ucrania. Ahí, en "Hostel Barno", toda herramienta comparativa se fue al demonio por varias razones:
1- "Hostel" debe ser el modo coloquial de decir "loquero" en eslovaco. El tipo que ven en la foto no es solo un tipo que bajó caminando del piso donde nos alojábamos. Si acercan un poco la imagen van a ver que está con un ambo celeste. Pero eso no es todo, lo esencial es invisible a los ojos (?) ... En el cuello tenía un tubo ensartado a la altura de la garganta y unas cuantas vendas sosteniéndolo. Tampoco era el premio a la simpatía, pero con saludar me hubiera bastado. También encontramos otro personaje levemente descarrilado en la cocina. Primero, cabe aclarar que conseguir la llave de la cocina (sí, era un "hostel" y tenía la cocina bajo llave) fue más difícil que aprender el eslovaco. Segundo, la recepcionista entró en estado de shock cuando se la pedí; y cuando salió del trance miró con desconfianza a su compañera antes de resolver dármela con la condición de que al terminar de usarla se la devolviera inmediatamente. Se pueden imaginar que habiéndonos cruzado al maníaco de la foto, y con el suspenso de ingresar a la cocina (luego de sortear las trabas burocráticas), ya podíamos esperar cualquier cosa. Y así fue que dimos con el segundo demente. Un tipo que, aprovechando que la cocina estaba abierta, se metió casi corriendo, en pantuflas y con un tupper a calentarse la comida. Ver las pantuflas te lleva a ver el pijama. Y ahí estaba, en una actitud localista que poco tenía que ver con un turista hospedándose en un "hostel". El tipo apenas articulaba alguna palabra en inglés, hasta que terminamos de usar la cocina y agarramos la llave para irnos (recuerden que juré ante Dios devolverlas), momento en que se transformó. Quería que le dejáramos la llave y, en su intento de lograrlo, se violentó. Por detrás de él estaba la mujer que limpiaba las habitaciones haciéndome señas de que no se la dejara. Conclusión: bajo dos pisos con la llave en mano hasta la recepción (como se me ordenó estrictamente), el pelado de pantuflas atrás mío y puteándome hasta que le dejo las llaves en mano a la loca de la recepcionista (que volvía a entrar en estado de shock) y esta se las da automáticamente al demente. En diferentes estadíos, a todos les chiflaba el moño en ese lugar.
La conclusión del loquero/hostel no se basó únicamente en estos dos personajes, ni en los otros dos locos que entraron cantando ópera a la madrugada, sino en la disposición del espacio. Aunque se esmeraran en ocultar a todos estos personajes, el edificio tenía características hospitalescas ineludibles. Contaba con amplios y oscuros pasillos ambientado en los años noventa, cuyas habitaciones se presentaban en pares, compartiendo un hall común y un baño. También plantas hacia los extremos del pasillo, baja luminosidad y recepción con vidrio semiblindado. Por otra parte, y volviendo a la cocina, el hecho de que no hubiera ningún tipo de elemento y que nos dieran una cuchara de plástico (además del detalle de la llave, al que solo los más avispados pueden acceder) nos hizo pensar que evitan todo tipo de objeto punzante o cortante, a fin de evitar que algún demente se lastime.
Así me despido, con la charla de la indignación:
- Disculpame, no encuentro los cubiertos. ¿No hay cubiertos en la cocina? -digo.
- No...
- ¿No hay cubiertos en otro lado? Necesito una cuchara.
- No...
- ¿No hay una cuchara en todo el hostel? -pregunté casi dejando caer los ojos al piso.
- No... Bueno, a ver...
1- "Hostel" debe ser el modo coloquial de decir "loquero" en eslovaco. El tipo que ven en la foto no es solo un tipo que bajó caminando del piso donde nos alojábamos. Si acercan un poco la imagen van a ver que está con un ambo celeste. Pero eso no es todo, lo esencial es invisible a los ojos (?) ... En el cuello tenía un tubo ensartado a la altura de la garganta y unas cuantas vendas sosteniéndolo. Tampoco era el premio a la simpatía, pero con saludar me hubiera bastado. También encontramos otro personaje levemente descarrilado en la cocina. Primero, cabe aclarar que conseguir la llave de la cocina (sí, era un "hostel" y tenía la cocina bajo llave) fue más difícil que aprender el eslovaco. Segundo, la recepcionista entró en estado de shock cuando se la pedí; y cuando salió del trance miró con desconfianza a su compañera antes de resolver dármela con la condición de que al terminar de usarla se la devolviera inmediatamente. Se pueden imaginar que habiéndonos cruzado al maníaco de la foto, y con el suspenso de ingresar a la cocina (luego de sortear las trabas burocráticas), ya podíamos esperar cualquier cosa. Y así fue que dimos con el segundo demente. Un tipo que, aprovechando que la cocina estaba abierta, se metió casi corriendo, en pantuflas y con un tupper a calentarse la comida. Ver las pantuflas te lleva a ver el pijama. Y ahí estaba, en una actitud localista que poco tenía que ver con un turista hospedándose en un "hostel". El tipo apenas articulaba alguna palabra en inglés, hasta que terminamos de usar la cocina y agarramos la llave para irnos (recuerden que juré ante Dios devolverlas), momento en que se transformó. Quería que le dejáramos la llave y, en su intento de lograrlo, se violentó. Por detrás de él estaba la mujer que limpiaba las habitaciones haciéndome señas de que no se la dejara. Conclusión: bajo dos pisos con la llave en mano hasta la recepción (como se me ordenó estrictamente), el pelado de pantuflas atrás mío y puteándome hasta que le dejo las llaves en mano a la loca de la recepcionista (que volvía a entrar en estado de shock) y esta se las da automáticamente al demente. En diferentes estadíos, a todos les chiflaba el moño en ese lugar.
La conclusión del loquero/hostel no se basó únicamente en estos dos personajes, ni en los otros dos locos que entraron cantando ópera a la madrugada, sino en la disposición del espacio. Aunque se esmeraran en ocultar a todos estos personajes, el edificio tenía características hospitalescas ineludibles. Contaba con amplios y oscuros pasillos ambientado en los años noventa, cuyas habitaciones se presentaban en pares, compartiendo un hall común y un baño. También plantas hacia los extremos del pasillo, baja luminosidad y recepción con vidrio semiblindado. Por otra parte, y volviendo a la cocina, el hecho de que no hubiera ningún tipo de elemento y que nos dieran una cuchara de plástico (además del detalle de la llave, al que solo los más avispados pueden acceder) nos hizo pensar que evitan todo tipo de objeto punzante o cortante, a fin de evitar que algún demente se lastime.
Así me despido, con la charla de la indignación:
- Disculpame, no encuentro los cubiertos. ¿No hay cubiertos en la cocina? -digo.
- No...
- ¿No hay cubiertos en otro lado? Necesito una cuchara.
- No...
- ¿No hay una cuchara en todo el hostel? -pregunté casi dejando caer los ojos al piso.
- No... Bueno, a ver...
Jajaja!! seguro que de acá sale un cuento, no?
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